martes, 13 de noviembre de 2012

Encuentros del 5 y 12 de noviembre

Bueno, bueno, bueno..., dado que no soy Bartleby y soy débil frente al clamor popular, digamos que prefiero ahora reseñar lo sucedido en el encuentro del 5 en el que abordamos el maravilloso texto de Melville.
Me gusta pensar que fue una jornada que marcó a mis talleristas, como en su momento supo hacer conmigo (hecho que se consustanció varios años después dando nombre, "El escribiente", a este joven taller literario).
Fue tan intensa la reunión que nunca pude pasarles este interesante video que encontré en la red:





  Como reniego de academicismos, ya saben, prefiero comenzar con las sensaciones, las primeras impresiones, intuitivas y genuinas, de las lecturas en soledad. Así me manifiestan algunas que no les atrapó porque les pareció denso, pero otras se animaron a una segunda lectura y lo pesado se transformó en atrapante, a otra en cambio le pareció entretenidísimo de entrada, una cuarta confesó que no lo leyó (grrrrrrr) y a otra le entristeció y gustó.
  Luego de estas impresiones empezamos a adentrarnos en el texto por su temática: la soledad profunda del personaje, sus vicisitudes, el contexto neoyorquino donde transcurre, la crítica social y política que deja traslucir, la influencia de Bartleby sobre los otros personajes, principalmente sobre el narrador. Coincidimos con Borges, también, en pensarlo como un texto precursor de Kafka, vimos la inmovilidad, la cosificación, indefensión (y la rebeldía) de Bartleby, su metamorfosis personal y su destino insoslayable (una tesis interesante que no pude comentarles ese día habla de la implosión del personaje, abajo se las linkearé). Surgieron preguntas, muchas; algunas las pudimos contestar entre todas, otras preferimos no hacerlo. Pero todas coincidimos con ese final y todas suspiramos en él: "¡Ay, Bartleby! ¡Ay, humanidad!"
  Hay Bartleby, seguramente, para rato hollando en nosotras. Yo, por mi parte, confesé mi lectura de este texto como una obra metatextual, una obra que habla acerca de la literatura misma y todos sus quehaceres: lo que se cuenta y lo que queda al margen, las múltiples elecciones a las que se enfrenta un escritor, la soledad del que escribe, la presunción de lectores posibles (como en las cartas muertas), la vida dedicada de lleno a la escritura, la rebeldía que siupone el hecho de tomar la pluma y el poder perturbador y transformador de una buena frase: "Preferiría no hacerlo". Con estas presunciones y deseos, agregué, le puse nombre a este taller mucho antes de que viera la luz.
  Fue necesario el café esta vez. Y después, les leí una carta muerta que acompaña mi edición del libro, escrita por Lázaro Covadlo a Bartleby. Y de ella surgió la siguiente consigna: "Escribir una carta muerta cuyo destinatario sea un escritor, un personaje literario, un ser querido, un hombre o mujer de la historia, un ser inventado o real, desde una identidad personal o inventada.

  Y así llegamos al lunes siguiente, yo descubriendo con los reclamos que el blog lo leen asiduamente, ellas entusiastas como siempre, aunque debimos sufrir la ausencia reiterada de Silvia por problemas personales. Para no abrumarlas más, les diré que analizamos el texto "Secretos", de Nancy, que se llevó un felicitado por lograr una atmósfera de fantástico muy original y "No soy yo", de Inés o de vaya uno a saber quién.
  Para la próxima tenemos:
-Lluvia, de Silvia.
-La carta a Madame Bovary, de Carolina.
-La carta, de Gabriela.
-El camino, de Inés.

Links:
El texto que trata la obra como una hipérbole implosiva, me pareció interesante y bien bibliografiado.
Una reseña muy breve, pero con el link al texto original.
Y el link a la crítica de la obra teatral que tuvimos el gusto de ver y que, dicho sea de paso, fue una de las mejores adaptaciones que vi en mi vida de un texto narrativo a dramaturgia. ¡Y encima, brillantemente actuado! Gustos que nos damos en el taller.

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