martes, 27 de agosto de 2013

Encuentro del 26 de agosto: ¡con Ángela Pradelli!

Sin saber que era el Día internacional del cronopio, nos reunimos con las talleristas (hubo, lamentablemente, algunas ausencias) y la segunda invitada de lujo al taller: Ángela Pradelli y nos quedamos, pasado nuestro horario habitual, haciendo más y más preguntas. Pero vayamos por partes.
Lo primero que hicimos fue preguntarle si la enredadera que espía lunes a lunes nuestros encuentros era, efectivamente, la ampelopsis. Y confirmó nuestra sospecha: la misma planta que va tejiendo la trama de su novela, "El lugar del padre", es la que, desde su puesto de honor, iba a celebrar nuestro encuentro. Sincronicidades, que las hay, las hay.
Seguimos con una rápida presentación de las talleristas y un punteo por los temas que queríamos tocar con esta autora de Turdera, que tan gentilmente había aceptado nuestra invitación y ahora compartía los mates con nosotras.
Comenzamos entonces hablando del minimalismo, Pradelli se confesó amante de Carver, y le comentamos que si bien veíamos en su novela elementos minimalistas, también considerábamos otros aspectos que la alejaban del género. Entonces nos explicó que no trabaja ceñida a ningún género, ya que "me ahoga encasillarme en un género" y mencionó cómo su supuesto libro de ensayo "En búsqueda del lenguaje" tiene poesía, cartas y tantos otros tipos textuales en él. "Cierra y abre con poesía- nos confesó pícara- pero como estaban en prosa no se dieron cuenta".
La tarde prometía y la ampelopsis  nos guiñaba un ojo, cómplice.
Luego nos contó cómo transitó por el taller de narrativa de Saccomano y como él le sugirió que hiciera un libro con una serie de textos que ella tenía: "acá tenés una novela", le había dicho. Y Ángela, sin saberlo en ese entonces, empezó a armar su primera novela: "Amigas mías", con la que luego ganó el concurso de Emecé. Para conocimiento de mis talleristas, contó los temores y dudas que tenía en ese momento sobre su novela, si es que lo era, sobre presentarla, etc. Una buena lección.
Así nos sumergió en la próxima anécdota que fue para alquilar balcones:
El día que le dieron el premio Clarín, su vecino Ramón, en desconocimiento absoluto de su presencia en la novela, estaba viendo la televisión, muy emocionado y contento por su vecina, hasta que escucha: "la novela en la que la narradora conversa con su vecino Ramón..." ¡Él se había transformado en un personaje de novela! Y así lo supo explicar con total lucidez cuando lo entrevistaron en una presentación del libro. En esa oportunidad declaró que "El lugar del padre" fue la única novela que leyó en su vida y agregó con toda simpleza y sabiduría: "Yo no sé nada de todo el análisis literario e interesante que ustedes hacen, pero ustedes nunca sabrán lo que es ser un personaje de novela". Y desde entonces soporta con estoicismo y gozo que la panadera se mofe de él por la tintura o que en el boliche, quizá, se burlen por "arrugarle" a la tetona. Él cumple con su destino de personaje. Macedonio se haría una fiesta y lo invitaría con una cervecita. La ampelopsis se acomodaba en primera fila.
Luego nos entreramos que la loca era del Burzaco de la infancia de Ángela, recordamos que por entonces ser ferroviario era todo un privilegio y otra vez nos arremangamos a luchar con las palabras.
"Detesto los adjetivos", nos confesó y agregó que le gustan leer relatos del padre y que cuando se le ocurrió escribir esta novela tuvo miedo de desbarrancar, la temática casi propiciaba eso. Pero es hija y nieta de ferroviarios, así que no iba a descarrilarse tan fácil. De manera tal que decidió contar la historia de Ramón para contar la historia del padre, tal como sugiere Piglia, cuando dice que cada historia tiene una historia paralela. Y lo logró.
Después seguimos metiéndonos más y más en la cocina de la escritura y así supimos que ella para escribir necesita ver la imagen, "el pensamiento del personaje sobre la escena no transmite, lo que narra mejor son los sentidos". Muchas talleristas confirmaban que habían "visto" a los personajes y muchas nos ilusionamos con ver la novela llevada al cine de la mano de Sorín, por ejemplo. ¿Por qué no?
La tarde también alcanzó para que pudiera hacernos algunas recomendaciones, entre ellas: "Vida de mi padre y otros ensayos" (no recuerdo el autor pero espero que alguna tallerista lo recuerde), "El principiante", de Carver (cuentos principiantes pero no intervenidos por su voraz editor que llegó a podarle hasta el 80% de sus textos publicados) y textos de Esther Gross.
Pero todo llega a su fin y mientras la ampelopsis se abrigaba contra la pared porque había llegado la noche y el frío, nos enteramos de proyectos que tiene en marcha, como un futuro libro para jóvenes que trata el difícil tema de la identidad restituida y la escritura de cuentos que abordan enfermedades neurológicas como la demencia semántica.
La verdad es que no nos queríamos ir, queríamos seguir toda la noche, pero bueno, debimos resignarnos y quedarnos con sus autógrafos y fotos como marca de que estuvimos con ella. Los remises tocaban timbre en la puerta y la ampelopsis movía sus ramas secas por el invierno a modo de saludo mientras susurraba. "Hasta siempre, Angie, volvé cuando quieras, te esperamos"


¡Gracias, Ángela Pradelli, por ser parte de este encuentro, por tu generosidad y por compartir con nosotras tu experiencia!

Para la próxima analizaremos:
- "Doña Solita", de Silvia
- La carta elaborada por Gabriela, Nélida y Vanesa
- "Consigna cuadros", de Inés
-"Medianoche", de Nélida
y aprovecharemos para trabajar alguna cuestión teórica como discurso referido o tiempos verbales.
Les recuerdo la consigna de escribir un relato todo lo minimalista que puedan: lenguaje austero, pocos personajes, pocas acciones, final abierto, mínimos elementos, ausencia de simbolismos, etc. Se sugiere la lectura previa del texto de Costa Picaso acerca de Carver y el minimalismo linkeado en el post anterior.

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