viernes, 27 de septiembre de 2013

Encuentro del 23: M DURÁS

Tal como lo adelanté, mis comprometidas talleristas toman la posta con el registro de nuestro encuentros.
Este lunes estuvimos trabajando con "El amante", de M. Durás.

Y así lo vivió Nélida:

A pesar de la primavera es un lunes frío y nublado, hay asistencia perfecta al taller.
Con café  y mate en mano, iniciamos el recorrido por la apasionante vida de la escritora Marguerite Durás. La obra leída, “EL AMANTE”.
Nos olvidamos del comentario de su obra, ya que su vida, reflejada a través de su prosa, nos atrapó de tal forma que no podíamos detenernos a hacer un recreo.
Escribir dice Marguerite “es decir y no decir”, “hablar y ocultar” y ella no insinúa, sino que dice.
Agrega que los escritores son gente solitaria, que se necesita de soledad para escribir. Que lo que llenaba su vida era la escritura y que, además, es lo único que nunca la ha abandonado. ¿A nosotras nos pasará lo mismo? 
La fascinación nos seguía transportando.
En su estilo literario se ve reflejada su dramática vida. El mismo se parece a un registro oral de los sucesos, las repeticiones aparecen en forma consecuente y se mezclan los discursos directos e indirectos.
Las antítesis usadas dan muchísima fuerza a sus expresiones, por ej.: “esplendor intolerable”.
La escritora narra en primera y tercera persona, pareciera que cuando la angustia la invade, toma distancia de sí misma, se disocia y produce un discurso con sentimiento de extrañamiento.
Nuestra coordinadora dispara la pregunta: ¿Qué fue lo que les llegó o impresionó más de Marguerite?
Karina: las definiciones de “escribir” y la exaltación de lo femenino.
Inés: el poder de las imágenes, su familia tan destructiva y las sesiones amorosas con el chino, que son de una notable pureza.
Silvia :lanza una pregunta que no pudimos responderle ¿el deseo de escribir en ella, existiría si su historia hubiera sido otra?
Yo :la femineidad a través de la descripción de su iniciación sexual, la crueldad con que narra los vínculos familiares y su capacidad de superación frente a la adversidad.

Eran las 20,30 hs. No podíamos separarnos de la Durás, ¿era su dolor, su decir tan real de los hechos de su vida, su locura, su pasión por  escribir?
Nos despedimos, todas nos llevamos un pedazo de ella. La tarea era  poder armar el rompecabezas de su historia tan conmovedora y vertiginosa.

Silvia, por su parte, escribió:

ENCUENTRO “CON” MARGUERITE DURAS.
Estábamos todas, ansiosas por semejante convocatoria. En lo particular había estado ausente el lunes dieciséis, había extrañado mucho a este espacio que hemos contruído entre todas, tampoco , todavía había finalizado mi lectura de “EL amante”. Este amante que estuvo casi ausente en este encuentro, salvo por algunos comentarios necesarios y precisos. Creo que la vida de Marguerite, fundamentalmente esa familia en la que le tocó crecer…pudo crecer? Esos vínculos devastadores, perversos, con una madre que nos atrevímos a pensarla dentro de una estructura psicótica a lo mejor, nos atraparon. El hecho de ser mujeres, nosotras digo, cada cual con y entre vínculos femeninos, cada una con su madre presente físicamente y/o con su fantasmática y su impronta eterna en nosotras. Habría sido eso lo que no nos permitió completar más profundamente a los otros personajes, todos masculinos? Me lo pregunté luego…me lo sigo preguntando.
La obra de Marguerite intensa, con descripciones inefables de momentos, de lugares, siempre para mi, atravesadas por un inmenso dolor ante su “destino” inevitable.
Verónica nos comentó que Lacan la había rechazado para entrar en análisis a pesar de que ella se lo había solicitado. Estuve investigando y otra vez el psicoanálisis y su teoría de la mano de este genio me dejaron maravillada.
Parece que Lacan reconoció en ella un saber hacer por si sola con su síntoma a partir de su arte de escribir y que este no debía ser interferido por el saber psicoanálitico. Le dijo un día a la escritora: no debe saber lo que ha escrito porque se perdería y sería una catástrofe.
Escribir, su vida, su pasión, su cura? Lo habría hecho de la misma manera si su historia hubiese sido otra? Nos seguimos preguntando…

Ahora, le lectura de Durás, según Karina:

La poética del dolor

I-Vueltas 

…Y más vueltas son las que di con el libro en la mano… Pero llegaba el 23 y lo tenía que tener terminado. El 20  leí la contratapa varias veces.  Hasta que el 21, preparé unos mates, tomé un lápiz, y me asomé por ese mundo de guerras y colonias -Apocalipsis Now en mi cabeza. Ni bien  descubrí a la niña que quería escribir no pude continuar. Y lamentablemente no habían pasado muchas páginas.
Antes había girado el libro de un lado y del otro observando las fotos: el rostro entero y arrugado de la experiencia en la solapa  y el fragmento compuesto por los ojos y una  frente tensa hacia atrás  en la contratapa. Después  cubrí el libro con un papel infantil de leones y elefantes que nada tiene que ver con el contenido de la novela. Todo un mecanismo de defensa, de disimular el territorio espeso en el que me estaba adentrando.
Recién el 22, pude abrirme a ese dolor desgarrador y poético. Claro que lo hice porque no tenía otro remedio. Llegaba el 23 y algo tenía que decir. Creo que pude leerlo rápido -devorarlo, en verdad- gracias al recurso del lápiz en mano y también gracias al dolor y al consecuente deseo de que pasara de una vez por todas. El lápiz  ponía la distancia necesaria. Era una especie de escudo simbólico que todo el tiempo le recordaba a mi humanidad lectora la obligación de la tarea analítica que debía realizar. Entonces, mis ojos corrían una  maratón contrarreloj. Sin embargo,  Marguerite Duras había interpuesto una cantidad de recursos  - luego analizados en el taller- que impedían dicha corrida: las repeticiones que por momentos me llevaban a creer que  me había perdido de algo, las formas de no  nombrar las tragedias familiares,   las diferentes menciones a lo mismo incluso acompañadas del  cambio de primera a tercera persona, los adjetivos más tristes  para describir sustantivos hermosos y viceversa, etc.

II-El desamparo de la locura y el canalla.

La novela parece componer  la tragedia de haber vivido algo terrible y, al mismo tiempo, la tragedia de tener que vivir con eso que ha pasado: quien debería habernos protegido de los canallas no pudo hacerlo o directamente lo ha sido él mismo. Quizá por esta razón, se mezclan los tiempos y una deambula por la vida de la escritora que hace un balance de su vida,   o por la de “esa pequeña del sombrero de fieltro” que está aprendiendo a llevar consigo su sensualidad  con una dolorosa claridad  o también por la de la joven que en la  aridez y  dureza que representa su familia encuentra la certeza de que “más tarde escribirá.” 

Si no importa tanto lo que ha pasado sino el relato que armamos de dichos sucesos, Marguerite Duras parece mostrarnos –incluso   haciendo referencia a  la escritura y a nosotros como lectores-   que escribe para sanar, que puede ser que la escritura sea “puro cuento” tal como le dijo su madre como respuesta al deseo de escribir de la niña. Pero no es cualquier cuento, es uno que sale del silencio que  ocurre en la familia, es uno que sana. Y uno de inconsolable goce.


¡Felicitaciones a todas por estos valiosos aportes!

1 comentario:

Sibila de Cumas dijo...

Comentario de Silvia sobre “La poética del dolor” acerca de M.Durás y su obra:”El amante”, realizado por Karina Perez.
El texto se divide en dos partes bien delimitadas, más aún con los subtítulos que puso Karina, en cada una de estas partes.

En “Vueltas”, creo haber sentido iguales vivencias que la narradora, éstas, quizá fueron similares a las de todas nosotras, pero que Karina pudo plasmar en un hermoso texto literario.
Me parecieron excelentes los recursos utilizados y descriptos como el lápiz y el papel infantil con el que cubre el libro. En este punto me permito expresar que pensé que ese papel infantil además de ser un mecanismo de defensa, quizá encubriera también un deseo de proteger a aquella niña, si bien doliente para que no dejara de serlo y así impedir mayores sufrimientos.

En “el desamparo de la locura y el canalla”, subtítulo muy apropiado por cierto, comenta la novela en si misma. Se comprende muy bien y se explica la función materna inexistente y lo canallezco del vínculo filial de una manera sobria y a la vez descarnada, esto claramente da lugar a comprender muy bien el gran sufrimiento de la protagonista de la novela.
El final del texto me pareció absolutamente reparador luego del dolor que produjo la lectura de “El amante”. Aquí rescata lo que ha sido la escritura para la autora de la novela, la escritura como sanadora.
“Silencio de inconsolable goce” es para mi un final de una estética conmovedora. Además creo, expresa la más profunda esencia de esta inolvidable escritora: Marguerite Durás.

Silvia Altamir