¿Qué nos pasa con los poetas amados? Eso es lo que me
preguntaba durante el desarrollo de este particular encuentro.
Federico fue amado por todos en vida y siguió siendo amado después.
Desde pequeños alguna maestra, algún manual nos hizo llegar alguna copla, algún
romance y ya está la magia consumada.
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto
yo.
Apenas treinta y ocho años lo
dejaron vivir y su voz, su música tiene una fuerza y una identidad que aún
deslumbra, que aún denuncia. ¿Qué otra cosa debe hacer un poeta que cantar y
denunciar?
Pero resulta que en el taller tenemos a la amante número uno
del español, la que lo ama incondicionalmente desde siempre, la que le puso Federico
a su hijo en honor al granadino.
Así que n o fue casual que por primera vez en el año,
Silvia, de quien hablamos, llegara al taller un minuto antes de hora. Y vino
embalada. Y vino acompañada de los tomos correspondientes de las obras
completas, todos marcados, como debe ser: apropiados, lectura fagocitadora.
-¡Góngora! El año que viene tenemos que ver a Góngora porque…
blablablá.
Lamenté tener que interrumpir el amor, pero teníamos que
corregir nuestra próxima publicación y acordar algunas cosas importantes antes
de nadar en las aguas poéticas de Lorca.
Una vez finalizadas estas cuestiones, le dimos la palabra a
Silvia que con pasión y conocimiento nos habló de las conferencias, las que
considera fundamentales para entenderlo.
Y coincido. Aunque habitualmente le damos a los autores una
autoridad relativa respecto al análisis de su propia obra, en el caso de Lorca,
por lo que podemos ver en sus conferencias, se arremangaba –tal como hacemos
nosotros en el taller- y empezaba a desmenuzar sus textos. Hablaba con
conocimiento y desde el quehacer. Aquí las linkeo para que las puedan disfrutar
Silvia continúa hablando y de a poco los demás pueden tomar
la palabra. Todos advierten que en Poeta en NY su poesía cambió, su estilo es
diferente. Y además no es lo que estamos acostumbrados a leer de él. La crítica
coincide en decir que es lo más elevado de su producción y yo no puedo dejar de
preguntarme cuánto más pudiera haber evolucionado si alcanzó tal punto con apenas
treinta y un años.
A pesar de la dificultad que entraña Poeta en NY todos
comienzan a analizar esto y dejamos los romances y el cante jondo para más
adelante. Valientes mis talleristas.
Nélida confiesa cuánto la ayudó el estudio preliminar que
tiene su edición del poemario e Inés asegura que le resultó más bello que su
anterior producción. Por supuesto no pudo dejar de mencionar la Oda a Walt
Whitman (su amado) y Miriam rescató la enorme crítica que está presente en
todos estos poemas. Valentín, por su parte, remarcó la presencia de la debacle
del 29 y yo les leí un fragmento de una carta en la que manifiesta su desazón frente
a la crisis de Wall Street y el fragmento de otra de antes de arribar y que
demuestra como su proyecto poético viraría al encontrarse con esa realidad.
Coincidimos todos en cómo la voz subjetiva y diferenciada del poeta, muta en la
gran ciudad hacia el anonimato y la denuncia.
Silvia menciona luego la gran metaforizaciòn lorqueana y rescata
también su prosa, la que considerada codeada con el verso. Mencionamos también algunos
aspectos de su simbología.
El tiempo se nos acaba, ni un café tomamos, ni una pausa
hicimos.
Cada tallerista lee algunos versos y llega la hora de la
consigna, muy amplia esta vez:
Escribir a la manera de Lorca, ya sea desde lo temático o
desde lo formal: al estilo de cante jondo, de los romances o de sus poemas
neoyorquinos.
Nos vamos porque nos tenemos que ir, pero en el aire queda
todo lo no dicho, la sensación de haber hablado mucho pero no apresarlo nunca.
Y es que es así, su poesía se va en los rasguidos de una guitarra, aunque se
quede repicando dentro de nosotros.
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