sábado, 24 de junio de 2017

La gaviota: nuestro reencuentro con Chejov

El 22 de mayo, con el grupo de los lunes, nos volvimos a encontrar con Chejov, del cual habíamos leído el año anterior algunos cuentos. Esta vez nos convocaba una de sus obras más consagratorias: la obra teatral La gaviota, la que lo posicionó como el gran dramaturgo que fue.
El encuentro se desarrolló de manera muy tranquila, quizá nos dejamos ganar por el ambiente lacónico de esta obra. Analizamos el argumento sencillo de la obra, con amores cruzados y la infelicidad como telón de fondo. Algunos talleristas estaban fascinados por la intensidad de la relación madre-hijo y por la actitud con la que la fría Arkadina acepta también cierto triangulo amoroso. La conclusión fue que todos los personajes son desgraciados, pero a diferencia de una tragedia shakespèareana en la que todos deben morir, acá continúan con esa vida, oponiéndolo poca resistencia. El único que parece luchar contra los valores preestablecidos es Treplev y por eso será el personaje más trágico. Yo les conté la impresión de cierto crítico que descree de su posible muerte final y debatimos al respecto de esta original idea. Hablamos de metapoesía por la incorporación del teatro en el teatro, a la manera de Hamlet y buceamos en la simbología de la gaviota.
A pesar de que los talleristas todavía continúan con cierta resistencia a leer teatro, manifestaron que esta obra les gustó y que la releyeron para comprender mejor.
Después de nuestra pausa ritual, empezaron a trabajar con la siguiente consigna: Escribir una escena imaginada entre Nina y Trigorìn que transcurra en algún lapso de esos dos años que se eliden en la obra, entre que se van de la estancia y vuelven.
Como tarea, quedó la consigna hogareña de escribir una escena teatral libre, de temática libre pero respetando las convenciones de escritura dramática.

¡A ver los poderosos diálogos que logran construir!

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